Heridas emocionales de la infancia tenemos todas las personas en mayor o menor grado. Aun si recuerdas una etapa feliz, aquello que sentiste que te faltó en la infancia o incluso durante la gestación y que no fue sanado afectará en tu etapa adulta, a tus relaciones y decisiones.
Te propongo un viaje para reflexionar y comprender qué heridas emocionales pudiste sentir en edades tempranas. Voy a mostrarte situaciones que en la etapa adulta reflejan que ciertas heridas de la infancia están aún abiertas. Identificarlas en ti es el primer paso para poder sanarlas.
Te quiero contar porqué es importante sanar las heridas emocionales de la infancia.
Todo empieza por uno. El respeto, la confianza, el amor propio, valorarte, poner límites… Aquello que no te lo das a ti, que no haces o no sientes va a ser complicado que lo transmitas a otras personas. Y que ellas te lo otorguen a ti.
El paso previo para poder dar amor a tu entorno, sea pareja, familiares, hijas e hijos, amistades, relaciones laborales… es saber y darte amor a ti. Cuidarte, escucharte, respetarte, ser tu prioridad.
Si tus heridas de infancia siguen abiertas en tu etapa adulta te va a resultar muy difícil darte amor incondicional. Elegiste en tu niñez una máscara para protegerte de tu herida. Y tu mente subconsciente aprendió ese mecanismo de defensa y la sigue utilizando. Por supuesto es algo inconsciente.
Te invito a repasar tu vida.
Si alguna de tus heridas de la infancia aún está abierta la vida te va a presentar situaciones y personas que te la van a mostrar. Y tú atraerás esas personas porque en realidad tu alma te anima a que las sanes. Cuanto más profunda es, mayor número de situaciones o más duras vas a vivir.
Lo notarás por ejemplo en tus relaciones.
¿Cómo han sido tus relaciones de amistad o pareja? ¿Fluyen fácil? ¿Tiendes a repetir patrones?
Es probable que repitas patrones o tiendas a la dependencia emocional permaneciendo en relaciones que te producen insatisfacción y aun sabiendo que están condenadas al fin.
Pero la soledad te asusta más que dejar a esa persona. Y es ella quien decide hacerlo.
Quizás sientas dificultad para comunicarte con figuras que representan la autoridad y lo veas reflejado en las relaciones laborales o con quien te asocies; o en tus clientes. O te cueste ejercer la autoridad temiendo pasarte al autoritarismo y con dificultad para mostrar tu capacidad de liderazgo.
La calidad y lo sanas que son tus relaciones personales y profesionales despende de lo sanas que estén las heridas de infancia. Por tanto, tu bienestar emocional también.
El origen de tus heridas de la infancia
Patrones que observas y que van generando heridas emocionales de la infancia:
Dificultad para plantear propuestas y planes, y poner límites
Si en tu niñez sentiste que te criticaban, rechazaban tu opinión y regañaban tu forma de comportarte con alta probabilidad serás una persona adulta complaciente a quien le cuesta poner límites y hacer propuestas. Y preferirás sumarte a las ideas y los planes que tu grupo de amistades o tu pareja proponga. “Si es que me da igual.”
¿De verdad no te ilusiona plantear tu plan? ¿o dar sorpresas? ¿cuál es tu miedo?
A lo mejor debiste asumir responsabilidades que no correspondían a tu edad, por ejemplo, cuidando de tus hermanos, incluso de mamá o papá; quizá trabajando en el negocio familiar o en otra empresa para poder ayudar con los gastos de casa…. Quizá estés de acuerdo conmigo que habrá sido un excelente entrenamiento para tu independencia.
La perfección
Veías que papá y/o mamá esperaban mucho de ti. Por ejemplo, escuchabas “que bonito dibujo, pero te has salido de la raya.” Si te corregían a menudo y escuchabas varios “peros” ¡a tu siguiente dibujo dedicarás el triple de tiempo! Y ahí nacer tu tendencia a la perfección y la autoexigencia. Y tú necesidad de demostrar tu valía para lograr que te quieran.
¿Qué vivencias pueden generar las heridas emocionales de la infancia?
Existen infancias aterradoras y traumáticas, sin duda. Y también otras que puedes recordar como felices y que sin embargo sentiste falta de cariño, atención, valoración, reconocimiento… y por ello se generaron heridas emocionales.
No todas las heridas emocionales tienen que ver con un gran trauma vivido.
Sientes en esa primera etapa que ya no eres importante y aprendes a reclamar la atención de mamá, papá o quien te cuidaba.
Puede ser porque viajaban o trabajaban muchas horas y llegaban tarde a casa; se separaron como pareja o porque enfermaron y pasaron meses en un hospital; o fue a ti a quien te ingresaron; o porque nace un hermano y sientes que has dejado de ser importante en el hogar.
Y el miedo al abandono por haberlo sentido fisica o emocionalmente se queda en tu subconsciente a modo de herida.
Tal vez tu simpatía o tus ocurrencias llevan a mamá o papá a compartirlas en familia o ante personas desconocidas para ti. Y sientes ridículo, vergüenza… y vas sumando hasta hacer más profunda la herida de la humillación. Otras personas si que vivieron experiencias más traumáticas en el hogar, el colegio…
¿En qué me beneficia descubrir y sanar las heridas emocionales de la infancia?
- Reconocer lo que vales y mereces.
- Ser tú, mostrar tu autenticidad ante cualquier persona y circunstancia.
- Crear relaciones saludables y dejar de atraer personas desde la carencia.
- Disfrutar el momento presente.
Asimismo, como el cuerpo habla cuando la boca calla, es importante identificar y aprender a gestionar heridas y emociones para poder prevenir enfermedades.
Las heridas no sanadas en la infancia van a gritarte en la etapa adulta.
Se harán notar. Te darán problemas.
La herida de rechazo profunda va a producir miedo, rabia o tristeza cuando tus amistades rechacen tu propuesta o cancelen un plan. Quizás sientes incomodidad y dificultad para expresar tus opiniones y necesidades en un grupo o en una reunión de trabajo; incluso ante personas conocidas.
En el área profesional también te afectan las heridas de la infancia.
Sientes también escozor cuando un posible cliente rechaza tu propuesta económica. Incluso cuando vas a realizar y enviar tu presupuesto o no te atreves a hablar de tus servicios y del precio.
A lo mejor escuchaste que querían que fueras niño y eres niña; o has nacido justo después de un bebé fallecido o un aborto. Sientes que no eres importante y tu máscara empieza a generar una herida de rechazo.
Recuerdas con gran ilusión aquella promesa que te hizo papá. Y con gran rabia, pesar y decepción como se fraguó porque papá hizo otro plan con sus amigos. Y sentirste la traición como una flecha.
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La herida de abandono abierta te conecta con la tristeza y el miedo a la soledad. Te va a llevar con bastante probabilidad a atraer (y elegir) parejas que no se comprometan. Y a que provoques de forma inconsciente situaciones para que te abandonen o seas tú quien abandone cuando la relación sea insostenible. En el área profesional se puede dar que te enredes en proyectos y cursos y más cursos que dejes aparcados; o vivas con el miedo de que tu cliente o paciente te abandone. Si esto sucede con una autoestima baja sentirás que ha sido por tu falta de valía. Se afinaza la creencia “yo no valgo”, “no soy suficiente”.
En ocasiones estas heridas de infancia van de la mano. Unas llevan a otras.
Por ejemplo, si la herida del abandono la vinculas con un sentimiento de injusticia punzante y doloroso. Y también puedes que sentir que la herida del rechazo te inunde en un llanto como la mayor traición.
¿Cómo sanar estas heridas del alma?
Lo primero es identificarlas. Reconocerlas en ti y en las situaciones y relaciones que te acompañan. Aceptarlas. Y hacerlo a nivel emocional, mental y físico.
Para ello te sugiero que conectes con tus recuerdos de infancia porque es en esta etapa donde se originan la mayor parte de ellas, algunas incluso antes. La herida del rechazo por ejemplo puedes sentirla ya en la etapa de la gestación porque decides nacer para reparar y sanar esa herida.
En algunas de las heridas emocionales de la infancia el origen está en el progenitor de tu mismo sexo. Otras en el del sexo contrario.
Te animo a que con libreta en mano empieces a recordar tu línea de vida. A que observes cómo era la relación con mamá y con papá, o si te cuidó una abuela, tu tía o viviste con tus abuelos.
Un excelente ejercicio es empezar a recordar vivencias por año de vida.
Te sugiero que dejes espacio en cada hoja de tu cuaderno porque es probable que vayas recordando momentos. Puedes preguntar a tus familiares para que te ayuden a completar.
También es importante que observes tu cuerpo cuando te vienen esos recuerdos. Siente qué le pasa a tu cuerpo cuando revives situaciones con emociones que conectan con la alegría y como lo sientes si te conectan con la tristeza, la rabia, el miedo.
¡Te animo a descubrir tus heridas de infancia porque son parte de tu historia familiar!
¿Te apetece el plan?
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Esta sesión es para clarificar y determinar si soy la persona adecuada en este momento de tu vida. No soy psicóloga. Y créeme que tengo muy claro si puedo ayudarte en tu proceso o sugerirte otro tipo de profesional.
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Programas online para guiarte a descubrir y dejar atrás tu herida de abandono y de rechazo. ¿Cómo te puedo ayudar?
Las heridas de infancia no sanadas te afectan en tus relaciones y decisiones presentes.
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* Estas técnicas no son tratamientos médicos o psicológicos. Sí pueden complementarlos.